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MARIO VARGAS LLOSA CONSIDERA QUE CHILE ES EL PAÍS MODELO EN AMÉRICA LATINA | SIN LA LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS TODA AMÉRICA LATINA SERÁ COMO MÉXICO, DICE
"El Frente Amplio hoy día es mucho más socialdemócrata que socialista"
Democracia. Los gobiernos de izquierda la han "afianzado" en Uruguay
¿Te interesa esta noticia?    CARLOS REYES / DÉBORAH FRIEDMANN
Mario Vargas Llosa respiró en Montevideo un aire de "tolerancia". Cree que la vocación democrática del Frente Amplio es "un ejemplo" para América Latina y que la coalición de izquierda uruguaya es hoy "mucho más socialdemócrata que socialista".
Durante 48 horas, el premio Nobel de Literatura estuvo en Montevideo. En su segunda visita a Uruguay desde que recibió la máxima distinción de la Academia Sueca dictó una clase magistral en la Universidad Católica, fue declarado Visitante Ilustre y volvió a elogiar a Uruguay, un país que considera singular en su historia pero también en su presente.
-Esta visita se produce en el segundo gobierno de izquierda. ¿Cómo observa a la izquierda uruguaya?
-Con mucho optimismo. Es una izquierda, sobre todo parte de la cual viene de una línea muy radical, y sin embargo, no me parece que la democracia se haya deteriorado en absoluto en Uruguay, yo diría más bien que se ha afianzado. El Frente Amplio ha mostrado una vocación democrática desde que tomó el poder, que debería ser un ejemplo para el resto de América Latina, aunque es un fenómeno que se ha dado en el caso de otros países ya, es el caso de Chile, con la Concertación, que la izquierda ha mostrado una inclinación socialdemócrata. No sé si al Frente Amplio le gustará que lo definan así, pero yo creo que el Frente Amplio hoy día es mucho más socialdemócrata que socialista. Y creo que en buena hora para Uruguay.
-Actualmente hay una polémica en Uruguay a propósito de la anulación de la Ley de Caducidad....
-No puedo opinar, no conozco el asunto bien.
-¿Cree que los derechos humanos se han utilizado como herramienta política?
-Es verdad que se utilizan los derechos humanos como herramienta política. Hay que defender los derechos humanos por los derechos humanos en sí, y no para ganar posiciones políticas, ni mayores cuotas de poder. Toda esa demagogia hay que tratar de atajarla, porque desnaturaliza una lucha que es de una importancia ética y política fundamental. Se podría decir que ni la izquierda ni la derecha han sido muy respetuosas de los derechos humanos en América Latina. Esa es la realidad, y por eso ha habido tanta barbarie en nuestra historia. Por lo menos ahora hay una conciencia mucho mayor de que los derechos humanos son importantes y tienen que ser una preocupación central en las agendas de los países.
-¿Cómo observa actualmente a América Latina?
-Haciendo las sumas y las restas, con cierto optimismo. Creo que las dictaduras desaparecen, que la democracia va avanzando. El hecho de que haya una izquierda en el poder que está actuando democráticamente me parece un gran paso adelante. Hay una derecha democrática en el poder también. Y creo que eso empuja América Latina en la dirección que es la buena: democracia política, libertad económica, que es lo que trae progreso. Hay muchas rémoras todavía, quedan países que son emblemas del pasado, del anacronismo, autoritarios, dictaduras, pero mi impresión es que eso está más bien de retirada: Venezuela, Cuba, dan la impresión de que están dando las últimas boqueadas, que no va a durar. En todo caso no son modelos que se puedan seguir, son modelos fracasados.
-¿Hay algún modelo en América Latina que destacaría como ejemplo?
-Chile. Es un país que está en la vanguardia, que crece de una manera admirable, que está haciendo retroceder a la pobreza muy rápidamente y que está haciendo crecer a la clase media. Y que ahora ha iniciado reformas que ya no son sólo políticas, sino económicas y sociales, que son importantes para garantizar la igualdad de oportunidades. Es el país que ha avanzado más.
-¿Ve algún problema no resuelto en común en la región?
-La lucha contra la corrupción es uno de los grandes problemas no resueltos en América Latina. Pero en general hay que ser optimista.
-Usted se ha mostrado preocupado reiteradamente por la corrupción a raíz del narcotráfico y ha dicho que la represión no es el modo adecuado de combatirlo. ¿Cuál es la clave para solucionar el problema?
-La legalización. No hay otro camino. Es un camino difícil y arriesgado, pero creo que la represión conduce a lo que estamos viendo: un crecimiento de la producción, de la distribución y del consumo de las drogas, a pesar de las vertiginosas sumas que se gastan en esa política represiva. Hay que por fin atreverse a discutir sobre la posibilidad de una política que en lugar de la represión privilegie la prevención con políticas educativas, que se invierta cada vez más dinero en rehabilitación y se legalice en un acuerdo entre países consumidores y productores, que legalicen al menos las drogas blandas en un primer momento, porque eso va a disminuir la delincuencia asociada al narcotráfico. Desde luego hay riesgos, pero creo que por el camino que vamos a lo que nos va a conducir es a que toda América Latina sea lo que es hoy día México.
-Cuando el viernes lo declararon Visitante Ilustre remarcó la actitud tolerante de la sociedad uruguaya. Muchos entendieron que era un guiño hacia los episodios de la Feria del Libro en Buenos Aires. ¿Es así?
-Lo que dije es lo que creo, es una muestra de tolerancia y de apertura que yo celebro y agradezco: que me dé a mí un reconocimiento de ese tipo una Intendencia que preside una señora que es comunista, que está claramente en una posición muy distinta a la que es la mía políticamente. Eso me parece magnífico; ojalá en toda América Latina hubiera esa apertura de espíritu que se vio en la Intendencia de Montevideo.
-¿En ese momento pensó en la polémica generada en la Feria del Libro?
-No lo asocié, pero yo siempre he defendido la tolerancia, la coexistencia y la diversidad, por eso soy un demócrata, un liberal. Creemos que no hay verdades absolutas, que las distintas verdades deben coexistir porque sino el resultado es la ley de la jungla, la ley del más fuerte, y creo que hemos tenido bastante violencia en América Latina en la historia.
-¿Con qué ánimo va a Buenos Aires?
-Voy con muy buen ánimo. Es una ciudad que me gusta mucho. Voy sin ningún ánimo polémico. La verdad es que yo nunca busco las polémicas, las polémicas me salen al encuentro. No las rehúyo cuando no hay más remedio, pero no es que me gusten, en absoluto.
-¿Pero piensa referirse allí a lo sucedido?
-Hombre, no voy a escamotear un hecho que ha sido público pero no voy con un ánimo polémico. Voy a decir las cosas que yo pienso al respecto, que son bastante conocidas. No hay ninguna novedad, que yo defienda la libertad de expresión, el derecho de crítica, y sobre todo mi oposición a toda forma de veto, de censura intelectual. Creo que eso hay que combatirlo, que es muy dañino, muy perjudicial, sobre todo en el campo de la cultura.
-¿Cómo observa que operan las grandes editoriales?
-Las editoriales sufren hoy en día las suertes de las empresas, que tienden a crecer y ser absorbidas por empresas más grandes, conglomerados, grupos. Y eso es lo que está ocurriendo con las editoriales: van desapareciendo las editoriales que tenían una vocación por encima de los intereses comerciales, que tenían una vocación literaria, editoriales que han marcado la literatura moderna. Eso existe ahora muy poco y me temo que puedan desaparecer del todo en un futuro muy próximo. Y lo que es triste, que las editoriales pasan a operar con un criterio puramente comercial, desaparece el viejo criterio literario, estético, cultural. Me preocupa mucho y a veces me produce sueños apocalípticos.
-¿También tiene una visión apocalíptica de la cultura?
-La cultura en nuestro tiempo no marcha bien, marcha bien la economía, la democracia, que gana terreno frente a los sistemas autoritarios, pero la cultura tiene una orientación que es sumamente peligrosa. Que es la de la frivolidad, el juego, el entretenimiento, y si la cultura se convierte en eso, me temo que este mundo, gobernado por especialistas analfabetos, con gran conocimiento de determinado aspecto de la realidad y una ignorancia supina con respecto a todo lo demás, puede ir dando tumbos hacia cualquier tipo de catástrofe.
-La novela, sin embargo, parece haber sobrevivido a la revolución digital.
-Es verdad, los anuncios de la muerte de la novela, que vienen desde el siglo XVIII, han fracasado continuamente. La novela goza de muy buena salud, y creo que es porque necesitamos mundos alternativos, una realidad ficticia para enriquecer esta vida pequeñita que vive el individuo. La novela cumple esa función mejor que ningún otro género. Pero estoy de acuerdo que la novela goza de buena salud, tiene público y eso estimula la aparición de nuevas novelas. En lo inmediato podemos estar tranquilos, la novela tiene una función importante. Tenemos novela para rato.
-¿Lo mismo cree sobre el futuro de la prensa escrita?
-Quisiera que los periódicos sobrevivan. Me gusta leer sobre el papel, no sobre pantalla. Ahora, qué va a ocurrir es muy difícil decirlo. Si el mundo audiovisual avanza, libros y periódicos van a tener cada vez más una vida más difícil, y van a tener que competir en desventaja. Mi esperanza es que en el peor de los casos no desaparezcan, sino que queden más bien en un margen, para los lectores rigurosos, y que lo que pierdan en número lo ganen en calidad. No me parece mal que haya un número de catecúmenos, casi clandestinos, que lean en papel. Quizá prensa que sea más rigurosa de lo que es hoy. Tienen todo el campo a su favor, creo que no deben desaparecer, porque el papel garantiza un tipo de libertad y permite una profundidad que las pantallas no permiten.
-¿Sus experiencias como actor de teatro las capitaliza para su creación literaria?
-Para un escritor de novelas, vivir la ficción, que es lo que haces cuando actúas, es una experiencia maravillosa, impagable, pues durante dos horas pasas a ser tú mismo un personaje de ficción. Han sido experiencias muy enriquecedoras en lo que es la ficción, la manera en cómo opera la ficción en la vida. Estoy un poco viejo para iniciar una nueva carrera, pero de todas maneras han sido experiencias muy enriquecedoras. No tengo formación de actor pero trato de reemplazarla con la entrega y la dedicación.
-¿Proyecta volver a subir a escena?
-Tengo planes de una obra de teatro, una adaptación de Decameron, de Boccaccio, porque me apasiona mucho la situación de partida de esos cuentos: la peste, la muerte que siembra las calles y el grupo que se encierra a contar cuentos, escapan de la realidad hacia la fantasía hasta que poco a poco la muerte comienza a acabar con ellos también. Me parece una situación dramática muy eficaz, en la que el cuento, la ficción, cobra un función vital para estos personajes, es su tabla de salvación, su refugio.
-El Nobel lo somete a una sobreexposición pública...
-El premio lo convierte a uno en una persona blanco de la publicidad, de la curiosidad. Eso tiene un aspecto halagador pero tiene un aspecto muy problemático. Uno pierde mucha privacidad, pierde mucho tiempo en cosas que son muy sociales, superficiales. Y entonces me ha costado mucho más trabajo defender mi tiempo para poder trabajar en mis cosas que antes. Es efímero, sé que eso pasa, pero han sido unos meses de una enorme tensión, tratando de preservar pequeños dominios reservados siquiera.
-¿Qué es lo que más ha disfrutado de estos meses?
-Es como un cuento de hadas el premio Nobel. De pronto, de la noche a la mañana hay una curiosidad enorme que se vuelca sobre uno. Y luego todo el proceso mismo, la preparación, el viaje a Suecia, la semana del Nobel, es como un cuento de hadas que uno vive, fatigante pero muy divertido también. Además ha sido un pretexto para reunirme con mucha gente amiga, para vivir una especie de cuento de hadas.
-¿Todavía se siente en ese cuento?
-No, felizmente va quedando atrás ese cuento de hadas. Lo que tengo ahora es una gran nostalgia de mi vieja rutina. Tengo muchas ganas de retomar mi rutina de trabajo, escribir, leer, hacer viajes que tengan que ver con mi trabajo. Es no sólo lo que me gusta hacer sino lo que me organiza la vida.
-¿Eso lo tiene previsto próximamente?
-Tengo algunos compromisos, pero creo que ahora que regreso a Europa voy a poder retomar mi rutina de trabajo, que es lo que extraño más.
"Son muchos amigos: Ángel Rama, Emir RodrÍguez Monegal, a ellos los veía mucho, porque vivían fuera de Uruguay, pero podría mencionar a otros como Carlos Martínez Moreno, uno de los primeros amigos uruguayos, que me sacó a pasear la primera vez que vine. José Pedro Díaz, nos escribimos mucho y me hizo dar aquella conferencia que di en el Paraninfo de la Universidad. Juan Carlos Onetti, una persona que admiro mucho, no puedo decir que haya sido amigo de él, era muy difícil ser su amigo, pero sí lo conocí, y quedé muy impresionado con esa personalidad tan curiosa que tenía".
BENEDETTI E IDEA
"Fui muy amigo de Mario Benedetti, luego nos distanciamos, porque Mario condicionaba un poco sus amistades en función de sus convicciones y tuvimos un distanciamiento, pero nunca nos peleamos, incluso cuando polemizamos creo que la amistad se mantuvo. A Idea Vilariño solo la vi una vez, me pareció encantadora, con su cultura, su delicadeza y una gran poeta, poco conocida en América Latina, porque sus libros no son fáciles de encontrar. La primera vez que vine a Uruguay me invitó a tomar té, y me pareció fascinante. He leído cosas de ella, y me gustaría leer más. Una de las grandes creadoras de esa generación".
LO QUE LEE
"Todo lo que es buena literatura. Además, a medida que soy más viejo releo libros que me hicieron gozar. Hay escritores que siempre he releído, por ejemplo William Faulkner, que nunca me ha decepcionado. Hay autores que de pronto, cuando uno los relee, se le caen. Por ejemplo, Jean-Paul Sartre. Sartre es un escritor que yo admiré mucho, que lo leí con gran pasión cuando era estudiante universitario y cada vez que he intentando ojear las novelas de Sartre se me caen de las manos. Leo a los contemporáneos, cuando oigo de un libro importante, lo leo. Pero muchas lecturas mías son lecturas de trabajo".
HIPOPÓTAMOS
"Colecciono hipopótamos, pero no vivos, tengo centenares en Lima y en Madrid. He descubierto una regla que no tiene excepciones. Los países que no tienen hipopótamos, son los que producen los hipopótamos más originales y bellos en objetos, como México. En cambio, el Congo, está lleno de hipopótamos y producen hipopótamos sin ninguna gracia. Descubrí que es un animal encantador. Es el único ser que ha materializado el famoso eslogan de los hippies, haz el amor y no la guerra. A pesar de su aspecto tan fiero, no pelea nunca, y hace el amor casi tantas horas al día como el sapo, que es el animal más erótico que existe".
Así describe Vargas Llosa el nacimiento de aquella novela que en 1962 le empezó a dar un sello inconfundible a su escritura. "Al principio trabajé bastante a tientas, y poco a poco fui encontrando esa estructura fragmentaria, se podría llamar así, que me parece daba mucha coherencia a la historia, pero mantenía al lector en el curso de la lectura en una cierta expectativa y dentro de una cierta confusión", explica.
"Me parecía que esa confusión permitía pasar como de contrabando muchas cosas que podían provocar la resistencia, la incredulidad del lector. Ya cuando escribí mi segunda novela tenía ideas mucho más claras sobre la forma", agrega.
Sin embargo, pese a ese juego temporal, el novelista declara tener "una manía realista", agregando que las historias son realistas, pero la manera en que están contadas no es realista. "Me gusta que las historias que yo cuento simulen la realidad. Me parece que da más autenticidad, más verdad a las historias si las referencias por ejemplo geográficas, locales, apuntan muy claramente a una realidad real y no a una realidad inventada. En última instancia, creo que todo es lo mismo, porque la literatura fantástica aunque simula la irrealidad, si no tiene de todas maneras vínculos con la realidad, tampoco resulta creíble", señala.
"Siempre me preocupa mucho la forma en función de la historia que quiero contar. Para mí lo fundamental es la historia. La forma es justamente encontrar aquella manera que puede aprovechar mejor los elementos de los que consta la historia, pero para mí no se disocia nunca la forma de la historia, del contenido. No hay un esquema abstracto anterior a la historia. Primero me viene la idea de una historia, de un personaje, de una situación, y en función de eso voy buscando la forma", puntualiza.
"Generalmente la primera versión es muy caótica, y la primera versión es para mí tratar de tener en materia prima la historia, las grandes trayectorias de la historia. Y luego, la segunda versión que es la que más me gusta hacer, ya es el trabajo de lenguaje, de estructura. Es la parte que más me gusta, la que más trabajo me cuesta es la primera. Sobre todo es una lucha contra la inseguridad, pero cuando tengo ya ese borrador, que es como una especie de magma, ya trabajo con mucha más seguridad y gozo. Creo que las novelas que más trabajo me han costado, son las que yo siento como más próximas, como Conversación en la catedral", concluye.
Mario Vargas Llosa respiró en Montevideo un aire de "tolerancia". Cree que la vocación democrática del Frente Amplio es "un ejemplo" para América Latina y que la coalición de izquierda uruguaya es hoy "mucho más socialdemócrata que socialista".
Durante 48 horas, el premio Nobel de Literatura estuvo en Montevideo. En su segunda visita a Uruguay desde que recibió la máxima distinción de la Academia Sueca dictó una clase magistral en la Universidad Católica, fue declarado Visitante Ilustre y volvió a elogiar a Uruguay, un país que considera singular en su historia pero también en su presente.
-Esta visita se produce en el segundo gobierno de izquierda. ¿Cómo observa a la izquierda uruguaya?
-Actualmente hay una polémica en Uruguay a propósito de la anulación de la Ley de Caducidad....
-No puedo opinar, no conozco el asunto bien.
-¿Cree que los derechos humanos se han utilizado como herramienta política?
-Es verdad que se utilizan los derechos humanos como herramienta política. Hay que defender los derechos humanos por los derechos humanos en sí, y no para ganar posiciones políticas, ni mayores cuotas de poder. Toda esa demagogia hay que tratar de atajarla, porque desnaturaliza una lucha que es de una importancia ética y política fundamental. Se podría decir que ni la izquierda ni la derecha han sido muy respetuosas de los derechos humanos en América Latina. Esa es la realidad, y por eso ha habido tanta barbarie en nuestra historia. Por lo menos ahora hay una conciencia mucho mayor de que los derechos humanos son importantes y tienen que ser una preocupación central en las agendas de los países.
-¿Cómo observa actualmente a América Latina?
-Haciendo las sumas y las restas, con cierto optimismo. Creo que las dictaduras desaparecen, que la democracia va avanzando. El hecho de que haya una izquierda en el poder que está actuando democráticamente me parece un gran paso adelante. Hay una derecha democrática en el poder también. Y creo que eso empuja América Latina en la dirección que es la buena: democracia política, libertad económica, que es lo que trae progreso. Hay muchas rémoras todavía, quedan países que son emblemas del pasado, del anacronismo, autoritarios, dictaduras, pero mi impresión es que eso está más bien de retirada: Venezuela, Cuba, dan la impresión de que están dando las últimas boqueadas, que no va a durar. En todo caso no son modelos que se puedan seguir, son modelos fracasados.
-¿Hay algún modelo en América Latina que destacaría como ejemplo?
-Chile. Es un país que está en la vanguardia, que crece de una manera admirable, que está haciendo retroceder a la pobreza muy rápidamente y que está haciendo crecer a la clase media. Y que ahora ha iniciado reformas que ya no son sólo políticas, sino económicas y sociales, que son importantes para garantizar la igualdad de oportunidades. Es el país que ha avanzado más.
-¿Ve algún problema no resuelto en común en la región?
-La lucha contra la corrupción es uno de los grandes problemas no resueltos en América Latina. Pero en general hay que ser optimista.
-Usted se ha mostrado preocupado reiteradamente por la corrupción a raíz del narcotráfico y ha dicho que la represión no es el modo adecuado de combatirlo. ¿Cuál es la clave para solucionar el problema?
-La legalización. No hay otro camino. Es un camino difícil y arriesgado, pero creo que la represión conduce a lo que estamos viendo: un crecimiento de la producción, de la distribución y del consumo de las drogas, a pesar de las vertiginosas sumas que se gastan en esa política represiva. Hay que por fin atreverse a discutir sobre la posibilidad de una política que en lugar de la represión privilegie la prevención con políticas educativas, que se invierta cada vez más dinero en rehabilitación y se legalice en un acuerdo entre países consumidores y productores, que legalicen al menos las drogas blandas en un primer momento, porque eso va a disminuir la delincuencia asociada al narcotráfico. Desde luego hay riesgos, pero creo que por el camino que vamos a lo que nos va a conducir es a que toda América Latina sea lo que es hoy día México.
-Cuando el viernes lo declararon Visitante Ilustre remarcó la actitud tolerante de la sociedad uruguaya. Muchos entendieron que era un guiño hacia los episodios de la Feria del Libro en Buenos Aires. ¿Es así?
-Lo que dije es lo que creo, es una muestra de tolerancia y de apertura que yo celebro y agradezco: que me dé a mí un reconocimiento de ese tipo una Intendencia que preside una señora que es comunista, que está claramente en una posición muy distinta a la que es la mía políticamente. Eso me parece magnífico; ojalá en toda América Latina hubiera esa apertura de espíritu que se vio en la Intendencia de Montevideo.
-¿En ese momento pensó en la polémica generada en la Feria del Libro?
-No lo asocié, pero yo siempre he defendido la tolerancia, la coexistencia y la diversidad, por eso soy un demócrata, un liberal. Creemos que no hay verdades absolutas, que las distintas verdades deben coexistir porque sino el resultado es la ley de la jungla, la ley del más fuerte, y creo que hemos tenido bastante violencia en América Latina en la historia.
-¿Con qué ánimo va a Buenos Aires?
-Voy con muy buen ánimo. Es una ciudad que me gusta mucho. Voy sin ningún ánimo polémico. La verdad es que yo nunca busco las polémicas, las polémicas me salen al encuentro. No las rehúyo cuando no hay más remedio, pero no es que me gusten, en absoluto.
-¿Pero piensa referirse allí a lo sucedido?
-Hombre, no voy a escamotear un hecho que ha sido público pero no voy con un ánimo polémico. Voy a decir las cosas que yo pienso al respecto, que son bastante conocidas. No hay ninguna novedad, que yo defienda la libertad de expresión, el derecho de crítica, y sobre todo mi oposición a toda forma de veto, de censura intelectual. Creo que eso hay que combatirlo, que es muy dañino, muy perjudicial, sobre todo en el campo de la cultura.
-¿Cómo observa que operan las grandes editoriales?
-Las editoriales sufren hoy en día las suertes de las empresas, que tienden a crecer y ser absorbidas por empresas más grandes, conglomerados, grupos. Y eso es lo que está ocurriendo con las editoriales: van desapareciendo las editoriales que tenían una vocación por encima de los intereses comerciales, que tenían una vocación literaria, editoriales que han marcado la literatura moderna. Eso existe ahora muy poco y me temo que puedan desaparecer del todo en un futuro muy próximo. Y lo que es triste, que las editoriales pasan a operar con un criterio puramente comercial, desaparece el viejo criterio literario, estético, cultural. Me preocupa mucho y a veces me produce sueños apocalípticos.
-¿También tiene una visión apocalíptica de la cultura?
-La cultura en nuestro tiempo no marcha bien, marcha bien la economía, la democracia, que gana terreno frente a los sistemas autoritarios, pero la cultura tiene una orientación que es sumamente peligrosa. Que es la de la frivolidad, el juego, el entretenimiento, y si la cultura se convierte en eso, me temo que este mundo, gobernado por especialistas analfabetos, con gran conocimiento de determinado aspecto de la realidad y una ignorancia supina con respecto a todo lo demás, puede ir dando tumbos hacia cualquier tipo de catástrofe.
-La novela, sin embargo, parece haber sobrevivido a la revolución digital.
-Es verdad, los anuncios de la muerte de la novela, que vienen desde el siglo XVIII, han fracasado continuamente. La novela goza de muy buena salud, y creo que es porque necesitamos mundos alternativos, una realidad ficticia para enriquecer esta vida pequeñita que vive el individuo. La novela cumple esa función mejor que ningún otro género. Pero estoy de acuerdo que la novela goza de buena salud, tiene público y eso estimula la aparición de nuevas novelas. En lo inmediato podemos estar tranquilos, la novela tiene una función importante. Tenemos novela para rato.
-¿Lo mismo cree sobre el futuro de la prensa escrita?
-Quisiera que los periódicos sobrevivan. Me gusta leer sobre el papel, no sobre pantalla. Ahora, qué va a ocurrir es muy difícil decirlo. Si el mundo audiovisual avanza, libros y periódicos van a tener cada vez más una vida más difícil, y van a tener que competir en desventaja. Mi esperanza es que en el peor de los casos no desaparezcan, sino que queden más bien en un margen, para los lectores rigurosos, y que lo que pierdan en número lo ganen en calidad. No me parece mal que haya un número de catecúmenos, casi clandestinos, que lean en papel. Quizá prensa que sea más rigurosa de lo que es hoy. Tienen todo el campo a su favor, creo que no deben desaparecer, porque el papel garantiza un tipo de libertad y permite una profundidad que las pantallas no permiten.
-¿Sus experiencias como actor de teatro las capitaliza para su creación literaria?
-Para un escritor de novelas, vivir la ficción, que es lo que haces cuando actúas, es una experiencia maravillosa, impagable, pues durante dos horas pasas a ser tú mismo un personaje de ficción. Han sido experiencias muy enriquecedoras en lo que es la ficción, la manera en cómo opera la ficción en la vida. Estoy un poco viejo para iniciar una nueva carrera, pero de todas maneras han sido experiencias muy enriquecedoras. No tengo formación de actor pero trato de reemplazarla con la entrega y la dedicación.
-¿Proyecta volver a subir a escena?
-Tengo planes de una obra de teatro, una adaptación de Decameron, de Boccaccio, porque me apasiona mucho la situación de partida de esos cuentos: la peste, la muerte que siembra las calles y el grupo que se encierra a contar cuentos, escapan de la realidad hacia la fantasía hasta que poco a poco la muerte comienza a acabar con ellos también. Me parece una situación dramática muy eficaz, en la que el cuento, la ficción, cobra un función vital para estos personajes, es su tabla de salvación, su refugio.
-El Nobel lo somete a una sobreexposición pública...
-El premio lo convierte a uno en una persona blanco de la publicidad, de la curiosidad. Eso tiene un aspecto halagador pero tiene un aspecto muy problemático. Uno pierde mucha privacidad, pierde mucho tiempo en cosas que son muy sociales, superficiales. Y entonces me ha costado mucho más trabajo defender mi tiempo para poder trabajar en mis cosas que antes. Es efímero, sé que eso pasa, pero han sido unos meses de una enorme tensión, tratando de preservar pequeños dominios reservados siquiera.
-¿Qué es lo que más ha disfrutado de estos meses?
-Es como un cuento de hadas el premio Nobel. De pronto, de la noche a la mañana hay una curiosidad enorme que se vuelca sobre uno. Y luego todo el proceso mismo, la preparación, el viaje a Suecia, la semana del Nobel, es como un cuento de hadas que uno vive, fatigante pero muy divertido también. Además ha sido un pretexto para reunirme con mucha gente amiga, para vivir una especie de cuento de hadas.
-¿Todavía se siente en ese cuento?
-No, felizmente va quedando atrás ese cuento de hadas. Lo que tengo ahora es una gran nostalgia de mi vieja rutina. Tengo muchas ganas de retomar mi rutina de trabajo, escribir, leer, hacer viajes que tengan que ver con mi trabajo. Es no sólo lo que me gusta hacer sino lo que me organiza la vida.
-¿Eso lo tiene previsto próximamente?
-Tengo algunos compromisos, pero creo que ahora que regreso a Europa voy a poder retomar mi rutina de trabajo, que es lo que extraño más.
Añora viejos amigos y colecciona hipopótamos
URUGUAYOS"Son muchos amigos: Ángel Rama, Emir RodrÍguez Monegal, a ellos los veía mucho, porque vivían fuera de Uruguay, pero podría mencionar a otros como Carlos Martínez Moreno, uno de los primeros amigos uruguayos, que me sacó a pasear la primera vez que vine. José Pedro Díaz, nos escribimos mucho y me hizo dar aquella conferencia que di en el Paraninfo de la Universidad. Juan Carlos Onetti, una persona que admiro mucho, no puedo decir que haya sido amigo de él, era muy difícil ser su amigo, pero sí lo conocí, y quedé muy impresionado con esa personalidad tan curiosa que tenía".
BENEDETTI E IDEA
"Fui muy amigo de Mario Benedetti, luego nos distanciamos, porque Mario condicionaba un poco sus amistades en función de sus convicciones y tuvimos un distanciamiento, pero nunca nos peleamos, incluso cuando polemizamos creo que la amistad se mantuvo. A Idea Vilariño solo la vi una vez, me pareció encantadora, con su cultura, su delicadeza y una gran poeta, poco conocida en América Latina, porque sus libros no son fáciles de encontrar. La primera vez que vine a Uruguay me invitó a tomar té, y me pareció fascinante. He leído cosas de ella, y me gustaría leer más. Una de las grandes creadoras de esa generación".
LO QUE LEE
"Todo lo que es buena literatura. Además, a medida que soy más viejo releo libros que me hicieron gozar. Hay escritores que siempre he releído, por ejemplo William Faulkner, que nunca me ha decepcionado. Hay autores que de pronto, cuando uno los relee, se le caen. Por ejemplo, Jean-Paul Sartre. Sartre es un escritor que yo admiré mucho, que lo leí con gran pasión cuando era estudiante universitario y cada vez que he intentando ojear las novelas de Sartre se me caen de las manos. Leo a los contemporáneos, cuando oigo de un libro importante, lo leo. Pero muchas lecturas mías son lecturas de trabajo".
HIPOPÓTAMOS
"Colecciono hipopótamos, pero no vivos, tengo centenares en Lima y en Madrid. He descubierto una regla que no tiene excepciones. Los países que no tienen hipopótamos, son los que producen los hipopótamos más originales y bellos en objetos, como México. En cambio, el Congo, está lleno de hipopótamos y producen hipopótamos sin ninguna gracia. Descubrí que es un animal encantador. Es el único ser que ha materializado el famoso eslogan de los hippies, haz el amor y no la guerra. A pesar de su aspecto tan fiero, no pelea nunca, y hace el amor casi tantas horas al día como el sapo, que es el animal más erótico que existe".
Escribir una novela es luchar contra la propia inseguridad
"Cuando yo escribí La ciudad y los perros no tenía una idea muy clara de lo que debía ser la forma novelística. Lo que quería era contar una historia que fuera persuasiva, convincente. Fui trabajando más guiado por la intuición que por una idea muy clara de lo que debía ser la forma. Yo tenía entonces ya la idea de la novela total, de tratar de ofrecer un mundo cerrado sobre sí mismo. Al mismo tiempo la historia que quería contar tenía muchas ramas, y entonces fui encontrando esa utilización del tiempo que se pareciera un poco al espacio narrativo. Es decir, que el tiempo fuera una entidad donde la historia podía libremente moverse hacia delante y hacia atrás, asociando episodios que ocurrían en épocas distintas por semejanza interna, por ciertas coincidencias".Así describe Vargas Llosa el nacimiento de aquella novela que en 1962 le empezó a dar un sello inconfundible a su escritura. "Al principio trabajé bastante a tientas, y poco a poco fui encontrando esa estructura fragmentaria, se podría llamar así, que me parece daba mucha coherencia a la historia, pero mantenía al lector en el curso de la lectura en una cierta expectativa y dentro de una cierta confusión", explica.
"Me parecía que esa confusión permitía pasar como de contrabando muchas cosas que podían provocar la resistencia, la incredulidad del lector. Ya cuando escribí mi segunda novela tenía ideas mucho más claras sobre la forma", agrega.
Sin embargo, pese a ese juego temporal, el novelista declara tener "una manía realista", agregando que las historias son realistas, pero la manera en que están contadas no es realista. "Me gusta que las historias que yo cuento simulen la realidad. Me parece que da más autenticidad, más verdad a las historias si las referencias por ejemplo geográficas, locales, apuntan muy claramente a una realidad real y no a una realidad inventada. En última instancia, creo que todo es lo mismo, porque la literatura fantástica aunque simula la irrealidad, si no tiene de todas maneras vínculos con la realidad, tampoco resulta creíble", señala.
"Siempre me preocupa mucho la forma en función de la historia que quiero contar. Para mí lo fundamental es la historia. La forma es justamente encontrar aquella manera que puede aprovechar mejor los elementos de los que consta la historia, pero para mí no se disocia nunca la forma de la historia, del contenido. No hay un esquema abstracto anterior a la historia. Primero me viene la idea de una historia, de un personaje, de una situación, y en función de eso voy buscando la forma", puntualiza.
"Generalmente la primera versión es muy caótica, y la primera versión es para mí tratar de tener en materia prima la historia, las grandes trayectorias de la historia. Y luego, la segunda versión que es la que más me gusta hacer, ya es el trabajo de lenguaje, de estructura. Es la parte que más me gusta, la que más trabajo me cuesta es la primera. Sobre todo es una lucha contra la inseguridad, pero cuando tengo ya ese borrador, que es como una especie de magma, ya trabajo con mucha más seguridad y gozo. Creo que las novelas que más trabajo me han costado, son las que yo siento como más próximas, como Conversación en la catedral", concluye.
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